El pasado sábado 9 recibí la grata sorpresa de leer una reseña de Un puñado de polvo en Babelia , firmada por Ignacio Peyró, erudito y anglófilo. Además de analizar con su acostumbrada agudeza la novela de Evelyn Waugh que he traducido y prologado, Peyró me dedica unas palabras al final de su reseña. Empieza afirmando que la gran literatura arrastra una tradición de mezclar lo trágico con lo cómico, “una tradición que, tras pasar por Shakespeare y Dickens, llega con toda congruencia hasta Evelyn Waugh”. El entorno es un Londres de entreguerras que aporta “justamente la atmósfera ideal para un humor […] de sátira social”. Afirma que la novela trata del enfrentamiento de dos mundos que ya entonces se oponían: por un lado, el de los hábitos y tradiciones eduardianas, y por otro el de la vanguardia moderna simbolizada por el apartamento como cuarto propio para la mujer liberada, o por el nuevo uso del teléfono. Un choque entre “la Inglaterra arcádica y la crisis de la modernidad”, que s...
Coincide que estos días he tenido que hacer varias llamadas a teléfonos de atención al ciudadano de diversas instituciones de la administración pública. Llamadme anticuado, pero en ciertas cuestiones prefiero hablar con un humano y pedirle que me desenrede los nudos burocráticos de difícil comprensión. Pero, ay, he comprobado que hoy en día no es tan fácil encontrar humanos. Anteayer me pasé la mañana marcando un teléfono que me ponía en espera hasta que uno de sus agentes dejara de estar ocupado, indicándome que quedaban quince minutos, diez, cuatro, uno…, hasta que, cuando por fin llegaba mi turno (utilizo bien el pretérito imperfecto, pues fue un hecho reiterado a lo largo de la mañana), se colgaba o daba tono de comunicando. Curiosamente, ese mismo número cambió la sintonía a partir de las dos de la tarde, para advertirnos de que “nuestro horario de atención es de 9:00 a 14:00 horas de lunes a viernes”. Otro número de una institución diferente, mientras también me dejaba en es...